Cultura

El faro de la tempestad

por Héctor Alvarez Castillo

I

El ave

Desde esas alturas sólo podíamos divisar

Aquel faro de la tempestad,

Y fue que escuché por vez primera

Nuestro Nombre.

En esas noches pensé es un sueño,

Un sueño innecesario para cualquiera de nosotros;

Pero nada hizo caso, y fue el inicio

De una larga historia.

No podíamos evitarlo,

Un ave terrible reinaba sobre nuestras cabezas

Y no se pudo contra ella.

Al tercer día, habituados a mirarnos

Ya no sabíamos de quejas,

Sólo veíamos desde las alturas

Aquel faro de la tempestad.

II

Soledad

Profusos seres nos engañan

Acerca de su existencia,

Y en nuestra confianza

Damos fe a esas vidas.

Son máquinas que se descalabran

Al menor esfuerzo,

Y nos dejan frente a esqueletos

Más claros que sus carnes.

Cruzas una calle y apenas rozas la vida.

Estaba escrito sobre una pared del faro

Tan alejado de nosotros que no podíamos leerla.

III

El bufón

No estábamos solos,

Nos acompañaba un hombre de rojo y lentejuelas

Que apareció tras un salto.

No habla,

Apenas entendemos algo de lo que dice.

No sabemos qué hacer con él y él menos

Con nosotros, pero está presente

Donde jamás lo esperamos y no hay cómo librarse.

Un bufón grande y pequeño,

Un bufón de rojo y lentejuelas,

Pero muy melancólico, muy poco alegre,

No existen otros colores para un buen bufón.

Hay que convencerse, al fin

Hay que convencerse, no hay seres tan alegres

En las altas tierras.

IIII

La negación

No fue fácil este destino,

Sabíamos que algo extraño vivía en la historia.

Las noches eran tenebrosas, nos empujaban al miedo,

Al llanto o la risa, y nos apretábamos a la carne

Como único consuelo.

Luego llegaba el día y en su luz

Era más cruento,

Distinguíamos nuestros rostros

Demacrados por la muerte.

V

Fuerzas pasiones

La maldad y la bondad

Son pasiones demasiado fuertes

Para nuestras almas.

Al fin del largo camino

Sólo nos agrada aquello

Que nos recuerda a nosotros mismos.

VI

La visita

Todos recuerdan aquel día

En que el gobernador visitó las casas,

Había contento en los rostros

Y puede decirse que eran felices aquellos hombres,

Pero el mundo es un triste espejo opaco

Que tarde o temprano nos despierta.

(*): Fragmento del poemario “El faro de la tempestad”.

Te puede interesar

Cargando...
Cargando...
Cargando...